Opinión

Reducir, Reutilizar y Reciclar: las 3 R que se imponen para cuidar el planeta

Por Federico J. Cermelo

El planeta es nuestra primera casa. Una muy grande y comunitaria que contiene a la humanidad. Esto significa, lisa y llanamente, que como sociedad a nivel colectivo, todos y todas tenemos para con ella las mismas responsabilidades. Por ende, su cuidado significa cuidar a nuestras familias, a quienes tenemos al lado y a la comunidad en general, como a las futuras generaciones, que muchas veces son la razón de tanto esfuerzo de trabajo y educación.

Ahora bien, lamentablemente a lo largo de la historia, la casa de la humanidad ha sido la casa de nadie, porque el cuidado del planeta más que una costumbre, fue una excepción hasta gran parte del siglo XX. Los constantes individualismos, enfrentamientos bélicos y concentraciones del poder político y económico a nivel mundial, invisibilizaron su lucha porque, claramente, al ser una causa colectiva no cotizaba en bolsa.

De hecho, fue recién en 1972 en la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, cuando el Derecho Internacional establece que la humanidad tiene el derecho al “…disfrute de condiciones de vida adecuadas en un medio de calidad tal que le permita llevar una vida digna y gozar de bienestar, y tiene la solemne obligación de proteger y mejorar el medio para las generaciones presentes y futuras”. Posteriormente, siguiendo esta lógica, de un derecho humano “a un ambiente sano”, sería estipulado similarmente en otros Tratados Internacionales como también, incorporado en nuestra Constitución Nacional en su reforma de 1994 (Art. 41 y con todo el plexo normativo internacional en el Art. 75 inc. 22).

Tras el reconocimiento general en los ámbitos normativos, la agenda medioambiental comenzó a incrementar su legitimación política y a potenciarse con un poderoso y progresismo activismo social. En consecuencia, se visibilizaron sectores intermedios muy comprometidos así como las juventudes como promotores de la revolución ambiental, logrando instalar el tema en la opinión pública, gobiernos y, en consecuencia, produciendo reacciones en cadena de vasto sectores de la sociedad, siendo más que oportuna por cierto, porque las causas colectivas como ésta, otorgan derechos pero también obligaciones para todos y todas.

En este sentido, para cooperar desde lo individual con estos grandes avances colectivos, debemos interpelarnos sobre nuestros hábitos y costumbres e incorporar a la sustentabilidad como el método para llevar adelante nuestras labores diarias. Sencillamente, podemos hacerlo con algunas recomendaciones como cuidar el uso del agua, disminuir la utilización de productos plásticos o no tirar la basura a la vía pública. Incluso, podemos apelar a una simple regla nemotécnica, “las 3 R”: Reducir, Reutilizar y Reciclar.

Por otro lado, además de sencillo, velar por el cuidado del medio ambiente significa –como decíamos precedentemente- cuidar a la casa de la humanidad, por lo que además de noble, en contextos de tanto individualismo, resulta un acto heroico. Justamente por ello, es fundamental visualizar y acompañar a las juventudes que desde la sociedad civil, marcan el camino en este sentido, con mucha sensibilidad y una gran conciencia ambiental. Son quienes desde una ONG o un emprendimiento, hacen de la sustentabilidad una regla inquebrantable para poder cumplir sus sueños y objetivos. Han entendido que el fin no justifica los medios y mucho menos, cuando nos referimos a modus operandis que, en definitiva, nos dañan a todos y todas.

Por ello, en ocasión de celebrarse el Día Internacional del Medio Ambiente como cada 5 de junio, debemos continuar predicando la sustentabilidad colectivamente porque, lo que está en juego no es la causa de un sector o grupo, sino la existencia misma de la humanidad. El planeta puede vivir sin la humanidad pero, lamentablemente, no en forma viceversa.

(*): El autor es abogado y Director del Observatorio de Familias y Juventudes de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.

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